domingo, 28 de noviembre de 2010

El nuevo

Detrás de estas paredes no todo es como parece o como algunos de los que malvivimos aquí quisiéramos que pareciera. Me considero afortunado por los privilegios que mis doctores me han dado: Pedazos de carbón y papel; tienen miedo de darme algo más, pero al menos con estas vulgares herramientas puedo escribir y aliviar las presiones que atormentan mi cabeza.

No entiendo cuando se van a resignar, pues lo mío no tiene cura, mi anterior doctor, al igual que los que le antecedieron, estaba aferrado en aliviarme y alcanzó lo que yo hasta la fecha no he podido y anhelo desde hace muchos años, la propia destrucción. Los médicos de este lugar son desechables, los enfermos no lo somos.

Esta vez no se tardaron nada en darme un nuevo amigo, no deseo hacerle daño, nunca he deseado lastimar a nadie, pero hay cosas en la vida que tienen que seguir su curso; los arroyos, el viento, la cadena alimenticia, la vida misma y su respectiva muerte. ¿Quién soy yo para impedir que eso pase? Un mortal que en contadas ocasiones es bendecido por los poderes de un Dios misericordioso, que recuerda siempre que el reino de los cielos será para los pobres de espíritu. 

Lo vi llegar, es más, sabía que hoy llegaría. Los custodios son estúpidos y hablan cosas que no deberían de hablar frente a nosotros, yo no soy del tipo agresivo, pero hay quienes sí. Estos gorilas piensan, si pensar es el trabajo que realiza su cerebro, que somos tontos, que no percibimos lo que hay a nuestro alrededor, que escuchamos pero no entendemos. Desconocen que en nuestras cabezas hay más de una conciencia dispuesta a doblar turno. Todos somos muchos.

Salí del jardín, mejor dicho me sacaron, pues ahí estamos por turnos. Que manera más ignorante de pretender dar terapia. Lo encontré justo frente a mi, al nuevo; se ve diferente, huele diferente, su mirada fue casi como la mía, pero lo distrajeron y no pudimos hacer más. Es el nuevo y lo estamos esperando.

Mis primeras impresiones

Esto es tan nuevo para mí que no tengo ni la más mínima idea de como comenzar. La doctora N. Rojas me advirtió sobre lo útil que es llevar siempre una bitácora. Sobre todo al entrar al hospital psiquiatrico, me advirtió que pasar mucho tiempo cerca de los enfermos mentales puede ser catastrófico, incluso ante la mente más sana del mundo. "Para poder entender a un enfermo mental" me dijo "debes entrar en su mente, eso no es poca cosa, porque corres el riesgo de no poder regresar, por ello, yo te recomiendo que, ahora que has terminado tus estudios y partes al hospital psiquiátrico, lleves siempre una bitácora. Será más fácil si examinas a los pacientes desde una hoja de papel, que intentar analizarlos desde sus propias mentes".

Así que, aquí comienza. La doctora N. Rojas me dijo que no es tan difícil, aunque en este momento me parece de lo más complejo. Me dijo que era como hablar conmigo, como conversar conmigo, así que eso haré. Para comenzar me parece extraño tener que contarme algo que yo ya sé, pero puede que me ayude, como me dijo la doctora: "puede que te resulte poco peculiar hablarte a ti, pero te aseguro que, si en algún momento pierdes el camino, tus apuntes serán lo único que te ayudará a encontrar el regreso". No sé exactamente a que se refería con eso, pero sí que es extraño hablar conmigo.

Mi llegada al hospital fue tranquila. Me condujeron en un automovil lujoso. No estoy del todo seguro de la ubicación del hospital, el camino fue largo y yo dormitaba. El doctor al mando (de quien por cierto, aún desconosco su nombre) mandó por mí hasta mi casa. El hospital está en medio de un bosque, el conductor era el doctor Paz, el mismo que me había contratado, me dijo que es por seguridad. Si algún enfermo logra escapar, no puede llegar muy lejos en el bosque, y los perros pueden seguir su rastro y encontrarlo en menos de una hora.

Nada más llegar, me di cuenta de que más que un hospital parece una fortalezas. Así imaginaba yo los resguardos militares de la edad media, con sus gigantescas torres de vigilancia, su enorme puerta, sus paredes fortificadas. El doctor Paz me dijo que eso se debía a que era un hospital de alta seguridad, que allí no iba cualquier tipo de enfermos mentales, que en su mayoría eran sociópatas, aunque ciertamente, como era el hospital con los doctores más prestigiosos del país, también había una sección para pacientes de familias ricas, quienes, pese a que sus familiares no estaban tan enfermos, preferían pagar debido al gran prestigio del hospital.

Al entrar pude observar que el edificio, que por fuera se ve imponente, lo es más aún por dentro. Mientras me conducían a mi habitación, pude ver los jardines interiores que en nada envidian a la naturaleza por fuera. Están llenos de arreglos florales, y de grandes áreas con pasto. El doctor Paz me informó que esas áreas las utilizaban para dar terapia a los pacientes. Me dice que muchos de ellos se sienten más cómodos al aire libre, otros salen simplemente a hacer ejercicio. Mientras caminaba por el pasillo, contemplando maravillado el majestuoso jardín, mi mirada se encontró con la de un paciente. Éste era conducido por los guardas de seguridad hacia su habitación. Tenía una mirada penetrante que se clavó directamente en mis ojos, yo le sostuve la mirada, no sé cuanto tiempo, hasta que el doctor Paz tocó mi hombro indicando con el otro brazo el camino a mi habitación. Me dijo que era un paciente que había salido a la terapia y que ahora volvería a su habitación, porque era el turno de otro paciente. No entiendo por qué llamó tanto mi atención ese sujeto, pero al llegar a mi cuarto le resté importancia al asunto.

No hay mucho más que contar, acabo de llegar al hospital y debo terminar de instalarme. Sólo me falta agregar que me asignaron una habitación para mí sólo. Cuenta con un amplio escritorio para que lleve mis apuntes, una cama bastánte cómoda, un baño completo que tiene una tina con hidromasaje, el doctor Paz dice que es porque a veces uno necesita relajarse. Mi habitación tiene una ventana hacia el bosque, aunque está abarrotada, dicen que es por si algún paciente llega entrar a las habitaciones de los doctores, que no puedan saltar por la ventana, aunque me parece improbable que un loco hiciera eso, sólo un tonto lo haría, porque mi habitación esta a unos cinco metros del piso. Hay también un pequeño refrigerador en la habitación, y además una computadora, la misma que utilizaré para crear mi bitácora. El hospital además cuenta con una excelente biblioteca, no sólo médica, lo cual es un alivio, porque así no tuve que cargar todos los libros desde mi casa.

Hoy descansaré, mañana comenzará mi trabajo. Creo que es todo ahora sí. Dulces sueños.