viernes, 28 de enero de 2011

Preguntas, regalos "nuevos amigos"


No es sencillo tomar una decisión tan importante como quedarse o partir…

No es precisamente que tuviera miedo, tampoco ansiedad. La verdad el suceso fue impactante, pero nada no pudiera manejar: la vida y la muerte son sólo fases de una misma cosa. Jamás pensé que yo sería capaz de hacer algo así… puedo llegar a enojarme, pero disparar ya es diferente. Lo más extraño es que no estaba enojado, tampoco tenía miedo, pero no puedo decir que estuviera del todo consciente, fue como un simple reflejo, como cuando el doctor te pega en la rodilla y tu pierna se mueve: de cierta forma sabes que se moverá, pero no puedes evitar que se mueva. “No fue tu culpa” me dijo el Dr. Smith. ¿No lo fue? Me pregunto… Lo más extraño no fue sólo que me eximiera de la culpa, sino que me incitara a quedarme en el hospital. Eso me hace sospechar lo peor…

Por otro lado, sabía que las cosas no podrían simplemente quedar así, que no sería tan sencillo como “siga con su trabajo y sea feliz”. Sabía que no podría salvarme de un interrogatorio judicial, fuera si decidía quedarme o si prefería partir. Yo no entiendo del todo las leyes, pero mi abogado argumentó “legítima defensa” y al parecer será más que suficiente para evitarme problemas judiciales. Por otra parte, aún se está peleando la suspensión o no de mi cédula. Aún tengo que presentarme a juicio, al parecer se programó dentro de dos semanas. Mientras tanto puedo permanecer aquí y “continuar mi trabajo”, al menos hasta que haya un veredicto. Sin embargo, parece que los abogados del Dr. Smith saben hacer muy bien su trabajo, el mismo doctor me ha dicho que no tengo nada de qué preocuparme, que todo marchará bien y que por favor continúe normalmente mis actividades. Esto último es lo que se me ha hecho más sospechoso y lo que me ha hecho dudar más de quedarme.

Entre tanto conocí a otro paciente. Su nombre es Carlo Kenneth. Por el momento no puedo decir que esté en verdad a mi cargo. El Dr. Paz me ha dicho que mientras se da el juicio sólo podré ver a Tellini y a Nájera. Así que no tengo el expediente de Carlo, simplemente lo conocí, lo vi en el jardín y lo saludé. Entre otras cosas me enteré de que le gustaba dibujar y conseguí que le proporcionaran material necesario para que realizara dicha actividad. También conseguí una pluma para Tellini, no un bolígrafo, supuse que tal vez sería más agradable una pluma, una auténtica pluma de ganso y un tintero, además de hojas especiales para usar ese tipo de tinta.

Además asignaron un nuevo custodio, su nombre es Diego Quijano. Estaba ahí mientras esperaba a Tellini. Me saludó con una cierta sonrisa un tanto amarga. “Supongo que es usted el Dr. Salas” me dijo “yo trabajaré con usted, sobre todo cuando tenga que ver a Espino Tellini”. La idea se me hizo graciosa, sobre todo porque no se cree que Tellini sea agresivo, así que me limité a responder “perfecto, tráigalo aquí, entonces”.

Salió y regresó casi de inmediato con el paciente. Éste se sentó y miró con extrañeza –podría decirse que una mezcla entre fascinación y desdén– el pequeño tintero y la pluma que tenía sobre la mesa para él.

–Son para usted, espero sean de su agrado. –Le dije– cuídelos, no es sencillo que se otorgue un permiso para este tipo de cosas. Si se porta bien, tal vez, periódicamente, pueda yo proporcionarle alguna otra cosa.
–Y ¿qué hay sobre mis medicamentos?
–¿Qué pasa con ellos?
–Me dan varias pastillas, yo no sé para qué son. A mí no me gustaría tomarlos. –Me dijo con un tono tan propio, tan hechizante.
–Por el momento no puedo ayudarlo con eso. Pero espero permanecer aquí el tiempo suficiente para ver que sus dosis disminuyan. Por el momento sólo quería darle estas preseas. Ahora, sea tan amable de salir a los jardines a caminar. Si quiere escribir, hágalo. Yo estaré encantado de leerle si es su voluntad mostrarme.

Tellini sonrió con ironía y luego salió acompañado por un custodio, sin embargo, Diego Quijano se quedó conmigo. Yo quería observar el comportamiento de Tellini en los jardines. Así que salí unos minutos después para poder observar desde las habitaciones superiores. Quijano salió conmigo y me acompañó.

–Señor Quijano –le dije– no considero necesaria su presencia ahora que estoy yo solo.
–Debe ser difícil lidiar con este tipo de personas ¿no? Sobre todo con ese tal Tellini, la verdad yo no creería que está loco, a no ser por su seño desarrapado, aunque más bien creería que es un vagabundo, más que un loco.
–¿Qué es lo que quiere?
–¿No siente usted a veces que estos loquitos le hacen perder la paciencia?
–Mire usted, estoy tratando de hacer mi trabajo, le agradecería mucho que, a menos que tenga algo importante que decirme, se retire de aquí.
–Oiga, usted me cae bien, que tal si le invito unos tragos cuando esté más desocupado.
–Cuando esté desocupado, tal vez. Por ahora no estoy desocupado.
–¿Le molestaría si voy a platicar un rato con su paciente?
–Vaya.

La presencia de ese tal Quijano no me agradaba. “Tomar unos tragos” eso no era para mí, y menos con un completo desconocido. Sin embargo, lo que más llamó mi atención fue que quisiera hablar con Tellini. Me pareció una oportunidad perfecta pare estudiar el comportamiento del paciente y observar al nuevo custodio.

No vi personalmente a Violeta, sólo pedí a la enfermera que me dijera si había algo importante que revisar, me dijo que no, que todo estaba bien. Así que aproveché el tiempo para hablar con el Dr. Paz. “Disculpe” le dije “no entiendo por qué es necesaria la presencia de los custodios con mis pacientes, ¿Por qué no mejor me asignan simples camilleros?” El me miró y luego dijo “El Dr. Smith decidió que siempre debía haber custodios en lugar de camilleros, son sus órdenes”

Lo único que me faltaba, ni siquiera sé para qué quieren a los custodios, si en realidad no sirven para nada más que para importunar mi trabajo. Sin embargo, creo que tendré que acostumbrarme si es que he de seguir aquí. Y ese Dr. Smith, ¿qué tendrá en la cabeza?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y qué pasó con su juicio?